viernes, octubre 03, 2008

En el metro

Día típico, me meto a la estación e inmediatamente me recibe el ya familiar tufo de toda la gente que está ahí abajo, saco un boleto (siempre cargo por si llevo prisa), lo meto a la máquina y desciendo al andén.
Que buena suerte, hora pico... ¡Esperen! un asiento libre. Me intriga que haya tanta gente de pie, pareciendo no ver el asiento vacío. Miro el asiento y sus alrededores, me aseguro de que no sea de los asientos reservados y procedo a ocuparlo.
Mi vista comienza a cambiar constantemente de posición, mi mente divaga, como una manera de pasar el tiempo mientras llego a mi destino, de pronto, noto a la persona sentada frente a mi, un hombre mayor, casi anciano, con un legajo de papeles en una mano y un lápiz en la otra, escribiendo frenéticamente y murmurando.
"Un loco más", me dije, "nunca faltan en el metro".
De pronto, veo lo escrito en los papeles, una serie incongruente de ecuaciones, aparentemente sin relación entre ellas, en eso, un grito desvía mi atención de los escritos, un grito de júbilo ante el descubrimiento de la tan elusiva respuesta, una exclamación que salió de la boca del anciano, pareciera que desde los más profundo de su pecho, una impetación bastante acorde a lo que esa persona estaba haciendo. "Eureka", gritó el hombre de avanzada edad, e instantes después se desvaneció en el aire.